Monstruos míticos en el mar
Aunque la cultura popular sostenga otra cosa, los marinos de la época de Colón no creían que navegarían hasta el borde del mundo y caerían por él. Sí le temían al océano, o más bien le tenían un enorme respeto a esa masa de agua inquietante e interminable que continuaba por detrás del horizonte y más allá.
Es comprensible que los marineros fueran aprensivos: viajaban en cáscaras de madera, sensibles a cualquier fuerza que quisiera hundirlos. Cantidad de avistamientos y sucesos mal transmitidos oralmente —o transmitidos bien, pero mal interpretados— con el protagonismo de animales verdaderos del océano se habían convertido en leyendas y en creencias inexactas sobre lo que se podía encontrar más allá, en ese gigantesco y poco hospitalario mar que ellos conocían apenas.
A continuación, se describe una breve galería de monstruos marinos imaginados en la época y en siglos posteriores (aún tan tarde como el siglo 18).
Hércules lucha con una Hydra en la mitología griega. Desde entonces, este animal imaginario ha debido cargar con una mala reputación. Desafortunadamente, la Hydra tiene un simil en la realidad: el pulpo. Aún hoy persiste una imagen falsa sobre estos animales (a los que se les llama "peces demonio") y es posible que por esto se los haya condenado a hacer de villanos en la películas de clase B. Aunque la ilustración sólo muestra siete cabezas, a la Hydra a veces se le adjudican nueve, y se dice que cada vez que se le corta una aparecen dos en reemplazo.
Albertus Seba, un farmacéutico de Amsterdam, hizo un retrato de otra Hydra en el siglo 18. Seba tenía dudas sobre la autenticidad de semejante animal, pero más de un "testigo respetable" le atestiguó en favor de la existencia un éspecimen embalsamado, de modo que colocó el dibujo en su publicación. Este error de Seba es comprensible si se tiene en cuenta que muchos animales genuinos muy raros se estaban embalsamando o se exhibían conservados en alcohol en esa época y él sólo los conocía en esas condiciones.
La mayoría de los trabajos de Seba eran más realistas que el de la Hydra. Aunque algunas bestias mitológicas persistieron durante las siglos 17 y 18, los eruditos comenzaron a sustituir la observación superficial del mundo natural por un estudio más detallado y más cuidadoso. Un de los resultados es esta pintura de una jibia, pariente del pulpo.
Durante años se creyó que los dientes fosilizados de los tiburones eran lenguas de serpientes que San Pablo había convertido en piedra, y por esto se les llamaba glossopetrae, o "piedras lengua". Niels Stensen identificó correctamente las piedras lengua como dientes de tiburón.
Denys de Montfort se jactó diciendo que si se "tragaban" esta representación, él dibujaría luego un cefalópodo abrazando Gibraltar. Setenta años después, Alexander Winchell hizo dos cosas admirables: Dijo que la pintura de Denys de Montfort era la trama de un marinero, pero también sugirió que "las profundidades inexploradas del océano encubren las formas de octópodos que sobrepasen lejos en magnitud a las especies conocidas para la ciencia". Winchell acertó en ambas cosas.
Llamado "águila marina" y también "pez volador", muy probablemente, es un trucado quirúrgico hecho con el cuerpo de una raya para hacer que parezca un monstruo marino alado con cabeza de aspecto humano. El truco fue efectivo, y Ambroise Paré volvió a relatar una historia de segunda mano de un espécimen vivo que se les había presentado a los señores de la ciudad de Quioze.
También tomó en consideración una descripción del Monje Marino hecha en el siglo 16 por Conrado Gesner. Steenstrup hizo una asombrosa deducción: "¿Podemos, con estos fragmentos de información sobre la concepción de aquella epoca, aproximarnos a reconocer a cuáles criaturas de la naturaleza, más probablemente, es las que se les debe asignar -ese nombr-? El Monje Marino es, en primer lugar, un cefalópodo".
En el período colonial español, los barcos que se dirigían hacia Europa a través de los estrechos de Florida se movían sobre la corriente del Golfo. Los huracanes, los bancos de arenas movedizos y las aguas bajas hacían que el paso entre las Bahamas y la Florida fuera especialmente peligroso. Junto a estos riesgos verdaderos, los marineros europeos temían a los monstruos del mar, criaturas basadas más en la fantasía que en los hechos. En realidad, los piratas planteaban una amenaza más seria para las naves que esos temidos monstruos.
Fuente: Traducido, adaptado y ampliado por Eduardo Carletti de diversos sitios de Internet
0 comentarios